martes, 23 de junio de 2015

Tengo 30 y me siento de 30.

Creo que el revuelo de llegar al tercer piso no radica en tener fuerzas para llegar a los siguientes pisos, sino en que rápido se pasaron los anteriores, al parecer es esa rebeldía contenida entre hormonas que no hallaba su lugar en el mundo la que ahora se pregunta: ¿ya estamos en los treinta?¿tengo que ser papá?¿Para cuando estaba el recibo de la luz?¿Que llevo al babyshower?¿yo no nací para amar?¿si me tómo la tercera tendré guayabo o solo fue un episodio aislado?

Es por esto que he decidido llamar a este momento de mi vida como: “la condición de los treinta”, es que estar en esta condición al parecer determina, el estado de ánimo, la alimentación, tu circulo social y hasta la forma en que los otros se dirigen a ti, Señor, o como la señora que me arrienda el apartamento me dice: Don Andrés. Esto de la edad no es algo que realmente me preocupe, es más me encanta cumplir años, que digan ¡sorpresa! (pero que no sea con una prueba de embarazo), ser absolutamente agasajado para mi año nuevo y destapar regalos, sin embargo a medida que llegaba a los 30 todo eso fue disminuyendo de manera alarmante, paso un año en que solamente recibí llamadas, otro en que mi novia me regalaba su corazón en una nota, no quiero decir que su corazón sea desechable, pero por favor, estoy cerca a los treinta, somos varios con esas escrituras. De no ser por mis viejos odiaría cumplir años y cantaría: ¡mamá donde esta mi cumpleaños!

Pero este año en particular, el de cumplir los 30 y empezar el año 31 (porque nunca contamos el año cero, gracias Natalia y Guillo por esto) fueron particularmente sorpresivos, cena deliciosa, buena compañía y  una torta con mi nombre escrito acompañada de globos de colores, saliendo de la nada y agarrándome totalmente por sorpresa, mi cara en ese momento no fue tan fotogénica debo precisar, pero fue absolutamente mágico lo que vino después. Tengo 30 parceritos.

Esta condición, me ha llamado la atención de manera particular, pues de repente hay un caudal importante de blogs, artículos, twitter, que se explayan en este tema,  he tenido más de una charla con símiles que se convierten en grupo de apoyo y/o libretistas para una comedia barata, al parecer no hay más remedio que declararse en los treinta, casi como si fuera una condición de enfermedad terminal, aceptando nuestro final alopécico y declarando la virilidad de los años pasados como la mejor época de la vida. Como si no fuera suficiente para el paciente, soltero, al parecer una condición de la enfermedad aun más grave y que augura una agonía épica. Es por esto que con la seriedad que determina mi condición treinta-ñera me di a la tarea de poner bajo el microscopio los pocos milímetros de cabello que aún me quedan y decidí escribir esto en mi blog, el diario de los que compartimos la década de las evaluaciones sociales.

1.       Ya estoy calvo: Una vez me di cuenta de mi perdida de cabello y que la alarma familiar desencadeno condolencias por cada pelo perdido, decidí raparme, ¿valentía? no para nada, en realidad fue un capricho desafiante a la sociedad circundante, - estoy perdiendo pelo, pues ya lo perdí todo, ¿ahora qué?-  quizá una de las decisiones que más beneficios me ha traído en relación al sexo opuesto, pues hay algo en los calvos que les gusta, no sé que es, pero que rico ser calvo, sin contar la cantidad de beneficios económicos y prácticos que conlleva si disfrutas de un baño en el mar por ejemplo. Así que la calvicie no es una de mis dolencias.

2.       Ingestas alimenticias y de bebidas: A mis tiernos treinta puedo decir con tranquilidad que puedo comer de todo, tengo lo que llaman “estomago de gamín”, aunque he de reconocer que hay cosas que prefiero comer a otras, selección natural que llaman, instinto de supervivencia o síntoma treintañero temprano, pero y este es uno de los síntomas que se empiezan a notar, si me doy “garra” ingiriendo comidas con alto contenido de grasa, devolveré atenciones sin importar compañía, es entonces que ese punto, el de ponerle cuidado a lo que comes si empieza a ser relevante, así como la acumulación de calorías y grasas en el abdomen empieza a ser demasiado notoria, una semana de bicicleta ya no es suficiente para nivelar, la única forma efectiva, pero no comprobada científicamente, es con una “tuza ni la hijueputa”. En cuanto a la ingesta de bebidas alcohólicas si tenemos y debo reconocerlo un inconveniente, mi hígado es un catador de años de experiencia, reconoce una gama importante de destilados e hidrocarburos, por tal razón no debo mezclar, si ,muchos dirán que eso se sabe desde los veintes, pero hasta los treinta se hace necesario aplicarlo, no por la borrachera, si no por el guayabo que antes duraba máximo un día y ahora te dura cinco, de lo contrario puedo beber con tranquilidad y más si es un buen trago que certifico venga sellado, aunque hasta la cerveza me da resaca, sean cinco o veinte. Ahora me pregunto ¿cómo podía levantarme sin problema para ir a trabajar o a clase de 7?

3.       Soltería: Este síntoma resulta ser uno de los de mayor peligro, pues es de unidad de cuidados intensivos, sobre todo para las familias y cercanos con las propias, las mujeres dicen que la presión social es más fuerte sobre ellas, pero en aras de la igualdad de género debo decir que para los hombres determinan lastima y/o rechazo, lástima porque eres un pendejo que nadie te pone cuidado y en el peor de los casos nadie te aguanta o rechazo porque eres un perro empedernido mala influencia para tus congéneres de manada ya casados o con pareja estable, y es que el hecho de ser soltero y no compartir vivienda con familia o roomates califica como paciente cero del contagioso adulterio y sus derivadas fornicaciones, y pues …  en honor a la verdad también tenemos sentimientos, que preferimos dividirlos por temporadas es otra cosa. Ahora, solo puedo hablar por mí, pero sé que los solteros en esta condición me entenderán cuando digo, que en realidad no me trasnocha el estar casado y con familia, no es descartable de tajo porque los años te han enseñado que te puedes tragar tus palabras, pero no me duermo pensando en qué lugar ha de ser mi primer matrimonio.
Un punto en el que hay que llamar la atención para que esto sea determinante es el desarrollo profesional, pues es un común denominador que la soltería este ligada a logros académicos o laborales que lo llevan a uno a dejar muy claro que para ser no necesitas a nadie más, hecho en cierta medida egoísta pero efectivo en cuanto a autonomía se refiere, la cuestión está en que así como con la comida y el licor, uno ya no “ingiere” a cualquiera.

4.       Reducción de los círculos sociales:   Es un hecho que el ser humano se entiende en comunidad, y es un hecho que cuando te hacen alguna invitación para ser parte de la terapia social de los treinta te preguntan si vienes solo, la cercanía a contemporáneos se ve entonces minada por encuentros familiares en los que los niños son fundamentales para la cohesión o en los que la “estabilidad” emocional es una constante ligada a la pareja, es entonces que existe un circulo social amplio de reuniones a babyshower´s o matrimonios y un círculo mas cerrado y selecto para los que compartimos la soltería como estilo de vida. Lo que sí es común es que los sitios de rumba y encuentro han cambiado de nombre y estilo, ya no solo nos encontramos para una farra épica, antes vamos a comer o simplemente nos tomamos un café, los temas de conversación resultan llenos de intereses que realmente llaman la atención sin importar su banalidad o relevancia mundial, la compañía entonces es de otra categoría y su selectividad se resume en: si podemos tener una conversación interesante o no. Lo que lleva a que esos círculos sean cada vez más reducidos y claro rinde más el trago. Síntoma de la condición de los treinta, check.  

5.       Intolerancia: Y no es precisamente a la lactosa, a la gente, cada vez se tolera menos la incompetencia, la inmadurez y la estupidez, antes eran parte de la diversión, ahora son blanco de críticas acidas y exclusión de tu radar existencial, la selección natural lleva a que se mantenga el más fuerte, pues si, los de los treinta somos fuertes y mordemos duro, así estemos calvos, gordos y con hijos, al parecer esta condición te da una superioridad moral que no es permitida hasta pasar el umbral, ya sea a nivel académico, personal o profesional, cuidado muchos pueden hacer efectivos sus pensamientos asesinos, postura que se justifica pues  hacemos parte de la generación de los descreídos, crecimos con las decepciones futbolísticas de la selección Colombia año tras año y algunos más fuertes aun siendo hinchas de Santafé, sabemos lo que es creer, sufrir y creer de nuevo, no se metan con nosotros manada de principiantes.


En resumen ya no es cuestión de cantidad sino de calidad, puedo seguir enumerando síntomas o situaciones de esta condición, pero no lo voy a hacer porque puedo llegar a deprimirme, eso es lo que dicen estudios detallados que pueden encontrar en Cosmopolitan o Soho, está además el síndrome princesa de Disney para las mujeres, Don Juan de marco para los hombres, entre otros, pero es suficiente porque así como lo dicta mi condición tengo más cosas que hacer, como descansar, esperaba mis vacaciones con locura y estaría repitiendo lo que muchos han dicho generación tras generación, para terminar en cita con el psicólogo; es entonces que me encanta tener treinta años, me siento de treinta, siempre he hecho lo que he querido y seguiré haciéndolo con todo lo que conlleva cumplir años, tal vez más exigente, más huraño, más testarudo, más apasionado con lo que hago, pero eso sí, nunca en sudadera.