viernes, 19 de abril de 2013

De la soledad y otras amantes


Mas cuando surgieron cantidades de victorias y sahumerios, la soledad condujo la materia al vació, sus ojos se hundieron en fragores de batallas ya perdidas y su fuego se apago en el grito de la angustia. Ni mas ni menos la soledad derritió la cordura de los hombres haciendo alarde de su potestad femenina.

Bellas y fugaces, todas amantes y ausentes, todas presentes en una sola que les contrae, todas hechas una, carne y miel, música y silencio, hielo y braza, todas una y ninguna. Eres tu pero no eres, no se ni la hora ni el día, no quiero borrarte de mi mente pero pasa el tiempo y no logro armar lo que debe ser tu rostro P, y el tuyo tampoco E, ni el tuyo A, a veces creo ver el tuyo pero te pierdes entre tus rubios penares J, si quiero te espero en el mismo lugar C, de nuevo V, pero te debo algo mas allá del bien y del mal S.

Pelo rizado, pelo liso, pelo ondulado totalmente crespo, largo y corto y más corto, aun más si siento tu cuero. Castaño, violeta y rojizo, amarillo y ceniza, blanco como la nada y negro como el alma que se pierde en el escrito. Ahora es brillante como las calles bajo la lluvia, impermeable como el paraguas que te cubre y falso como la sonrisa de despedida.

Tengo las palabras y ellas son amantes, mientras la soledad me espera para decirme lo torpe que soy, no sirvo para la guerra ni para el amor mucho menos para ser corresponsal… Decía Hemingway engullendo el cañón de la muerte.



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